"Nuestros patrones no son defectos, son estrategias que una vez nos mantuvieron a salvo." Deb Dana
- Mireia Rodriguez
- 28 ago
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Actualizado: 29 ago
Deb Dana es una trabajadora social clínica y consultora especializada en trauma complejo. cuya principal contribución es la aplicación práctica y clínica de la Teoría Polivagal. En su obra y divulgación transforma la teoría en un marco de trabajo tangible aplicado a la práctica terapéutica.
Habla de nuestros patrones -respuestas automáticas, conductas o rasgos de la personalidad- como las estrategias que nuestro sistema nervioso utilizó en momentos clave de nuestra evolución para sobrevivir y no como algo incorrecto que es necesario cambiar o eliminar. Para mi, este enfoque es crucial en cualquier proceso terapéutico por diferentes motivos.
Para empezar, muchas veces, aquello que nos lleva a terapia es el efecto de sostener en el tiempo los mecanismos que nos ayudaron a sobrevivir en un momento dado de nuestra historia.
Por ejemplo: Ser complacientes, buenos niños o sumisos nos pudo ayudar a ser más vistos, queridos o tenidos en cuenta en nuestras casas o colegios pero hoy en día estos mismos mecanismos o patrones nos pueden, por ejemplo, impedir defender nuestros derechos, poner límites o hacer sentir culpa por algo tan natural como tener un mal día.
Tenemos que tener en cuenta que una situación que para un adulto es cotidiana e inofensiva puede ser aterradora para un niño, así que los mecanismos, patrones y estrategias de los que hablo en este texto son aquellos que se desarrollaron cuando éramos niños, a veces bebés, y no disponíamos de los recursos internos necesarios para afrontar muchas situaciones. Para un bebé o un niño, no tener la atención o validación de sus padres o cuidadores es una cuestión de supervivencia y por eso toda estrategia útil en momentos clave se puede convertir en un patrón inconsciente que, cuando somos adultos, muchas veces queremos cambiar.
Dicho de otro modo, todo aquello que nos aplaudieron o que nos sirvió para superar una situación que percibimos como amenazante se queda en nuestra mente inconsciente como la estrategia predefinida ante situaciones percibidas como similares. A base de ir repitiéndose -y muchas veces reforzándose externamente- a lo largo de la vida, todas estas estrategias acaban perpetuándose y creando nuestros patrones de personalidad.

Nuestro sistema nervioso autónomo es el encargado de desarrollar estrategias para nuestra supervivencia, por lo tanto está siempre activo -aunque no seamos conscientes- y preparado para usarlas en caso de peligro.
Todas aquellas estrategias que algún día funcionaron son las primeras que nuestro SNA va a elegir en momentos de vulnerabilidad. Si nos funcionó pelear, llorar o gritar, es posible que ante situaciones críticas de la vida adulta reaccionemos con comportamientos infantiles que tengan un impacto negativo en nuestras relaciones y autoestima. Y lo mismo ocurre si nos funcionó congelarnos, callarnos, ser graciosos o tomar la responsabilidad de los problemas de otros.
Desde esta perspectiva todo aquello que hacemos, pensamos o sentimos es el legado de nuestro sistema nervioso: Una respuesta adaptativa que se activó en el pasado, cuando más la necesitábamos.
Y por eso en terapia nunca tratamos de “borrar” o reprimir lo que no nos gusta de nosotros, sino de atenderlo, honrarlo y desarrollar estrategias alternativas más funcionales.
Y este es el segundo punto por el que este enfoque es básico en mi acompañamiento: Necesitamos relajar nuestro sistema nervioso. En las sesiones utilizamos diferentes herramientas somáticas para bajar al cuerpo, atender los bloqueos y patrones del sistema nervioso autónomo que nos mantienen en modo supervivencia cuando ya no hay peligro. Es tan importante tratar la historia como el efecto que tiene en nuestro cuerpo esa misma historia.
Nota:
Este texto está inspirado en la cita que he elegido para la sección "Terapia individual" de "servicios". Es muy común llegar a terapia con el anhelo de dejar de ser de determinada forma o dejar de actuar como no aprobamos, como si pudiéramos borrar lo que se supone que son defectos y quedarnos solo con lo bueno. Y aunque el proceso no busca que nos conformemos con lo que nos ha tocado ni que nos victimicemos, el primer paso siempre es honrar todo aquello que nos ha ayudado a sobrevivir, poder darle un lugar, abrazarlo como una parte más de nosotros y solo después podremos transformarlo.
Con amor, Mireia.


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